Protagonistas de su propio universo
Era como estar en el living de su casa, con portarretratos en forma de postales, las máquinas de escribir sobre algún mueble y un amigo, Nehuen Gavlin, tocando en el sillón. Sin olvidar que sobre la mesa copas de vino esperaban ansiosas, ya que hubo una degustación que supo acompañar muy bien la previa de este doble estreno junto a la tenue música del arpa.
La gente saludándose entre sí, mientras algunos mostraban las instalaciones, las plantitas, los veladores. Es que se viven abrazos y reencuentros, esto de que estén de vuelta por el país luego de tanto viaje debió hacer que también muchos de sus amigos y familia se volvieran a encontrar (¡Hasta hubo foto grupal!).
Al entrar a la sala del teatro, se nos mostraba otra habitación de la casa, esta parecía ser más íntima, llena de rincones preciados y de objetos amados: me pregunto qué historia esconderá cada uno, tal vez es ese velador viejo que encontraste, la mesita de luz que guarda los libros favoritos, el sombrero que viaja con vos a todos lados, los discos de vinilo, las plantas que nacieron, los licores del abuelo, las sillas bordadas de la tía y la alfombra que invita a tocar unas canciones o a mirar las luces del Xirgu acostado.
Todo se presentaba en tonos rojos y color madera, como el fuego, como una cabaña en el sur, como un mueble antiguo, como los instrumentos musicales, como este teatro en forma de barco luminoso, como las frutillas en temporada, como el tapizado de las butacas, como la pasión. Entonces, nos subimos a este barco y nos dejamos llevar por la obra de este par musical y poético.
Suena un ruido de rocola vieja, de radio vieja; era más bien un tocadiscos. Manuel Pozzi se acercó al centro de la sala, sacó el disco de tango de Gardel que estaba sonando y dejó la púa sonar con ese pellizqueo tan particular que emite este aparato y fue así que, acompañada de esa base, tocó la primera canción de la noche: “The fields” de su segundo disco Across The Seas (2014). Manu nos cuenta de su nuevo trabajo discográfico Siempre se irá el tiempo, que produjo a distancia mientras estaba viajando. Nos adelanta que tocará las canciones de una manera más cruda, tal como las compuso, para que luego de escucharlas esta noche, nos encontremos con el disco y se vean las diferencias una vez que pasan por el proceso de producción; y así nos adelantó una de las canciones inéditas del disco.
Luego, llegó el turno de Dolores "Lolita" Campos o diría más bien, que quien nos acompañaba esa noche -nos confesó- era Helena, su alma; quien nos presentó su primera obra 28 rulemanes, como una autobiografía novelada y una metáfora constante. El ruleman es un elemento mecánico que está en todo lo que se mueve y nos cuenta, que eligió ese elemento porque 28 han sido esas personas esperadas o inesperadas que han marcado hitos en el destino de su vida y que, de una manera hermosa o amarga, la han virado. Y algunos de ellos serán presentados esta noche, comenzando por:
<ZENANI> Este ruleman nos cuenta de su renacimiento y de salirse de la vida convencional que le habían enseñado, en aquel día preciso en el que todo cambió.
Donde cumplió el rol de enfermera con Baltazar y adoptó una nueva rutina diaria: Repreguntárselo todo – No es casual que en su libro la frase “Me pregunto…” aparezca una y otra vez –.
<DREW Y JIN> Que llegaba después para contarnos del paso de Haití por Dolores, de los aromas que transportan y de las personitas estrelladas y con luz propia.
Manu es como un río que corre, inmenso y calmo, fuerte y suave a la vez. Lolita es esa dulce voz quebrada y agrietada que en cada una de esas líneas se la puede leer, transparente como el agua. Los ojos curiosos de ella iban para todos lados, en cambio los de él se fijaban tímidos en la guitarra o se cerraban achinados. Sus aguas se cruzaron y se complementan muy bien: él toca, mientras ella lee y ella lo contempla, mientras él canta. Él con su sombrero que nunca abandona y ella con esos vestidos largos hasta el piso llenos de encaje que diseño; son ese fuego y ese roble, ese rojo y esa fuerte madera.
Las canciones que siguieron fueron “A Mozambique” de Me Voy (2012), y “Somos” y “Katerina” de Equinoccio (2017). Esta última con una particular historia de una sobrina a la que le ponían su música y le daba paz para no llorar, a la cual le compuso esta canción.
Era un sumergirse en un viaje de estrellas y cantos a bebés, de sus nacimientos, de sus crecimientos y de su desaprender lo aprendido, como también dice Adrián Berra.
Para contar un poco cómo se conocieron y hacernos parte de su historia, se sentaron espalda con espalda en unas sillas, evocando tal vez como se habían separado en esa esquina en la que se conocieron, donde cada uno siguió distinto rumbo; aunque no por mucho tiempo.
Para ilustrarnos, Dolores nos presentó el ruleman dedicado a él y a su vez él, nos mostró la canción que le compuso.
<CENTINELA SALVADOR> Es el ruleman que le dedicó – el último en el orden del libro – donde no existen los planes, porque mientras uno esté en movimiento –decretó– el universo, la luna, Dios o en lo que crean se va a encargar de mover las piezas. Del amor y el coincidir entre mapas, aviones, mochilas, cuevas, arrecifes, mares y montañas... terminando en una esquina precisa.
Este ruleman se tomó una pausa para darle lugar a Manu: “Todo está en MI” es la canción que le escribió a Loli, que fue compuesta – como su nombre lo indica – en un solo acorde, como tratando de representar lo simple y natural que fue todo entre ellos desde el primer momento. Retratándola como alguien sin vueltas: lo que quiere lo dice lo que quiere lo busca.
<EVA> Fue el último ruleman elegido para ser presentado esta noche, a luz tenue, solo dejó un velador encendido. Es uno de los más emotivos, ya que nos habla del dolor y de un momento triste, donde todo parece perder sentido… hasta que llegó la transformación para concretar una eterna conexión con esa persona que ya no está, pero que sigue indeleble; sigue estando en las caricias del viento, en la luz de la luna, en el calor del sol. Y nos invitó a escuchar, con los ojos cerrados.
Al terminar, apagó esa única luz de la sala y Manu nos regaló una canción de su nuevo disco, "Para armonizar", la que disfrutamos con otros sentidos, más allá de los ojos. A la que le siguió una canción que compuso hace unos días, que ilustraba perfectamente el momento, invitando a las linternas de los celulares para simular estrellas que interrumpieron la oscuridad de la sala, imitando ese cielo al que miramos cuando necesitamos a ese alguien.
<CENTINELA SALVADOR> hizo nuevamente su aparición al final del show, donde parados y mirándose a los ojos cerraron este encuentro no sin antes celebrar su resignificación de hogar. Es que este muchacho invitó a compartir la vida y ahí ella entendió, a pesar de su personalidad desarraigada, que una persona puede ser hogar.
Palabras seguidas por una canción inédita de Manu y para finalizar una muy querida: “Negra”.
La postal final: verlos en el centro del escenario fundirse en un abrazo. La sensación que nos dejó este show tan atípico: la lagrima al borde, la piel de gallina; el viaje. Y aprendimos como es que es posible ser protagonista de un cuento propio y autogestionado, donde cada uno pone las reglas o las rompe todas, donde el tiempo no existe y el arte rebalsa. Como diría Helena: “En él que nada pesa y todo flota”; casa.
Lo que se escucha por ahí: - “Ellos son raros también, diferentes. Tiene su magia.” - “Vino uno que la salvó en un bar” - “Y ahí empezaron con el 'me parece que te extraño'” - “Tengo machetes en todos lados” - “Bienvenidos al living de sus casas” - “Voy a enfrascar estas mariposas para volver a sentirlas una y otra vez” - “Lograr sentir sin ver y amar sin tocar”
Fotos cortesía de Javier Ludueña.