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Dios es máquina y las melodías sinceras

Facundo Macera, detrás de Dios Es Máquina, habla de su nuevo material y de la importancia de ser sincero a la hora de componer.

Sincero. Si habría que describir a Facundo Macera, el individuo detrás de Dios Es Máquina sería, sin duda, sincero. Y no sólo por su constante hincapié en el tema, sino porque en su personalidad aniñada, pero a la vez seria, y su imágen de chico perdido en una escena de ciudad que no corresponde a su película, hay un brillo sincero que se refleja en un proyecto musical que lo tiene todo.

El primer álbum de Dios es Máquina vio la luz en octubre de este año, bautizado bajo el nombre de El Espíritu de la Escalera. Con ocho temas y casi media hora de duración, es un material que desborda de sentimientos y melodías al mejor estilo Bon Iver con un poco de Bob Dylan. Cuando se toca el inevitable tema del folk, Facundo retoma los dichos de The Growlers, quienes aseguraron que ellos no hacen ni folk ni blues, ya que para hacer ambos hay que ser viejo, haber vivido cosas, y entender: “me encantaría serlo, pero siento que me falta vivir”.

Los nombres de bandas que repite en la charla son varios, entre ellos Los Espíritus, The Kinks y el tango, género al que vuelve constantemente, asegurando que tiene esa cosa de “haber vivido” y una riqueza musical asombrosa.

Hablando específicamente de El Esíritu de la Escalera, un concepto que, como explica (no sin antes aclarar que “es así como me lo contaron, quizá no es, pero yo elegí creerlo”), proviene del término psicológico que remite a lo que no se dijo, asegura que los temas son muy personales. “Siempre trato de ser lo más honesto posible”, dice, y si la sinceridad es una de sus mayores virtudes, es más que esperable que así sea.

“Uno escribe desde la experiencia,” comenta cuando se toca el tema de la composición. Y si de experiencia se trata, es casi imposible no caer en el cliché del artista atormentado: “no quiero creer en el artista apenado, pero… te surge. Instinto de superveniencia, el arte es una cuestión catártica”. No es tímido en asegurar que no le molesta exponerse en los temas y que, si escuchan su música, conocen una parte de él.

Posiblemente, dos años de trabajo hayan logrado que todo en El Espíritu de La Escalera suene a una mañana cálida de otoño con una taza de té en las manos, y que las melodías sean tan fuertes como sutiles, tan amorosas como distantes. “Los títulos siento que hablan del disco, se retroalimentan todos los conceptos,” explica Facu al hablar de cada canción, siendo “Dulces Sueños” la elegida para explayarse sobre cuestiones personales e influencias inesperadas, como es el caso del Mägo de Oz.

Si bien es él quien presenta el material en solitario, no escatima en agradecimientos y nombramientos a quienes lo ayudaron en el camino, entre ellos Javo Lourteig, productor del disco. “No hay nada más lindo que arrastrar a los amigos a la locura de uno,” asegura sonriendo, mientras recuerda a todos aquellos nombrados (y no nombrados) que fueron parte de un proyecto musical que hoy florece.

Con esperanzas de poder presentarlo en un futuro cercano, quizá en La Tangente, Facundo aún medita sobre su posible show, los visuales, y la importancia de jugar en escena. “Quizá me vista navideño y ponga un árbol de navidad ahí, quién sabe”.

El Espíritu de la Escalera es un disco para escuchar tranquilo, posiblemente de noche, y para seguir con paciencia cada una de las letras. Pero, por sobre todo es un disco sincero y quizá sea eso lo que más importa.

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