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Inmerso en el Roxy: La libertad es un carnaval


El ocio es el tiempo libre con el que cuenta una persona, empleado en actividades que no son ni obligatorias ni necesarias en la vida de ésta. Las hace por voluntad. Las hace por interés. Las hace por diversión. Las hace a discreción. Las hace con libertad. Amplio es el abanico de opciones que se le presenta a un individuo, para realizar estas actividades de ocio. Por ejemplo, puede pasear por Avenida Corrientes partiendo desde esquina Montevideo y a ambos lados, vislumbra llamativas carteleras que anuncian las más actuales obras de teatro. Pateando unas cuantas cuadras más, se distingue el cartel luminoso del estadio Luna Park, conocido por acoger espectáculos artísticos y deportivos. Finalmente, la avenida decanta en Puerto Madero, donde se encuentra el Casino Buenos Aires y el Puente de La Mujer, para pasar el rato. O bien pudo doblar unas cuadras antes, agarrar la calle Libertad optando por visitar el Teatro Colón o el Teatro Nacional Cervantes. Justo por ahí pasa el colectivo 111 que, si te bajas en Bonpland y Cabrera, te deja a tan solo dos cuadras de The Roxy Live. Si bien es un conocido bar ubicado sobre la calle de Niceto Vega, el 02 de Septiembre sufrió una transformación: ese sábado, se convirtió en un circo, otra sugerencia para aprovechar el tiempo libre. Este circo se venía gestando –oficialmente- desde el 15 de Junio de este año, cuando INMERSO dio a conocer su segundo disco de estudio, Circo Demente. Nosotros concurrimos, por lo que se podría decir que realizamos dos actividades de ocio en una noche, ¿no?


Acorde al tema, fuimos recibidos por los amigos de Malabrares, quien se enfrentaban a su primera presentación en aquel escenario. Esto, si no me lo contaban no lo hubiese notado, dado que se los veía cómodamente desplegando su talento ahí arriba. Y sobre todo, se los veía agradecidos y contentos con el momento que estaban viviendo.

Si bien escuché su discografía, poniendo un poco más de oído en su reciente trabajo, “Lenguaje Universal”, esta era la primera vez que los veía en vivo y me dejaron con ganas de repetir la secuencia.


Pasadas las 21hs, arrancó la principal atracción: Un muy querido maestro de ceremonias introdujo a: “El encantador de serpientes”, Agustín “Cuchu” Reydó (guitarra y coros), al “Equilibrista entre las cuerdas del bajo”, Lucas “Luks” Morel Dioca (bajo); “El Domador de Leones”, Ezequiel Poli (batería) y por último, “El Mago”, Alvaro Vara (guitarra y voz).

El inicio estuvo a cargo de “Verdad Contradictoria”, como para que no queden dudas de la montaña rusa de emociones que íbamos a vivir en aquellas casi dos horas de show. Con amor, elegimos recordar a dos de los más exitosos temas de la banda, “Ciruja” y “Amore”, que cumplieron su cometido de mantener al público exaltadísimo. Situación que no cambió con “La Furia de este Frenesí”, que seguramente trajo más de una piel de gallina.

Al igual que la canción que le siguió, en la que participó Matías Costallat, amigo y ex integrante de la banda. Allá por mayo, tuve la oportunidad de cubrir a Inmerso y lo conté en una crónica; después de eso, los vi unas cuantas veces más y mantengo lo que en aquellas líneas: el solo de guitarra de Cuchu al final de “Desenfreno” se supera vez tras vez. Pero llego a pensar que quizás también lo que pasa es que, vez tras vez, nos significa un poco más, nos hace volar un poco más. Vivimos en un mundo donde lo primero que se conocemos de las personas, - en general y desafortunadamente-, es lo que nos indica el prejuicio y recién ahí, si elegimos correr ese velo, vemos su interior. Un interior que muchas veces se oculta por miedo al ataque externo, por miedo al qué dirán. Oí de varios que al escuchar este tema rompieron sus propias cadenas y hasta rompieron sus propios moldes. Desenfrenaron esas ganas de hacer lo que se les cante. Se soltaron. Se liberaron. Los invito a que escuchen esos mágicos 5 minutos, a ver si les genera eso también.

Igualmente, a los pocos segundos empezaron a llover piedras y las ganas de vivir que se respiraban en el ambiente, se vieron cascoteadas por el trío dinamita formado por “Evidencia”, “Tenacidad (Evidencia II)” e “Indocumentado (Evidencia III)”. En aproximadamente 14 minutos, caes en la cuenta que todas esas chances que incansablemente le das al otro por amor, te terminan arrancando la paciencia. Y que a pesar de que sea atractivo con fuego jugar, tarde o temprano te vas a quemar. A pesar de esos malos tragos, lo importante es darse cuenta cuando es el momento de la retirada… aunque sin saberse derrotado: sólo así habremos vencido la batalla, solo así recuperaremos nuestra lúcida sonrisa.


Las almas se muestran resilentes y sin dejarse abatir por los golpes que suelen recibir, son conducidas hasta “Oveja Negra”. La primera palabra del tema es “del” y la última es “paz”. Desde una hasta la otra queda perfectamente demostrado lo profesional que suena Inmerso, segundo tras segundo... Bueno, me corrijo: tema tras tema, logrado quizás porque los cuatro miembros cursan o terminaron estudios dedicados especialmente al instrumento que tocan. La palabra clave en la oración anterior es “dedicación”, que significa “esfuerzo, empeño en un objetivo”. ¿Por qué la destaco? Porque creo que es lo que se puede escuchar en los trece temas que conforman “Circo Demente”. Se ve reflejada la intención de darle al oyente música acorde a los temas, música que te haga viajar con la canción, música que sea el soundtrack de esa película que tu mente rueda cuando escucha un tema. Y para ello, resulta necesario hacer un análisis, precisar cierta nota, elegir aquella técnica que más acompañe al mensaje de la canción. Lo que no quita que se desdibuje la pasión que ponen los chicos en esto, lo que no quita que se desnaturalice esa riqueza que lleva a que compongan tal y como lo hacen. Encuentran la perfecta simetría, encuentran el equilibrio.

Y por suerte, lo hacen sin dejar nunca de lado lo humano, sin olvidar la cruda realidad en la que se vive e intentando que este mundo cambie, como cuentan en “Tierra y Libertad”. Seguida de “De Marfil” una de las canciones del primer disco de la banda, El Rumbo de la Historia, que no podía faltar. Encima tuvo la compañía de Toti Simone, cantante de Simón Basta!, banda que hace poco festejó sus 10 años en un show explotado en Niceto.

Como es característico de un circo, el asombro no dejaba de ser recurrente. Esta vez, lo trajo un extraño pedido del cantante, que solicitaba al público manijero que hiciera un hueco en el medio de la pista. Uno por uno, los integrantes se trasladaron al centro del Roxy para unirse (más de lo que ya estaba) en una sola voz que entonara “En la Piel” y “El Anhelo”. Y las sonrisas de los pibes y pibas que no paraban de soñar se mostraban radiantes en unos cuerpos que luchaban por no desatar un pogo, como el que se venía efectuando a lo largo del show.

Desafortunadamente, los músicos debían volver a los tablones pero hubo algo que no cambió: el sentimiento que se había gestado desde el momento uno y desde hace mucho antes de que llegara esa noche; el sentimiento de ser todos uno. Álvaro se toma un momento para contar que “Soy porque Somos”, relata la historia de una tribu africana a la que un antropólogo les propone que el que primero de ellos que llegue a una canasta con frutas, va a ser el que se la gane; ante esta imagen, los niños comienzan a correr juntos de la mano y al “¿por qué?” del oferente, responden: “Ubuntu. ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?”. Abrazos consolidados producto del significado de la canción, se mantienen durante “Revancha y Verdad”, aunque esta vez acompañados de un incontenible mar de lágrimas y miradas orgullosas que apuntaban al escenario, sobre todo por entendimiento del trasfondo del tema.

El bajo de Luks no quiso que nos olvidemos que esto era una fiesta y con destreza y seguridad trajo consigo “Cielo de dos”. Y me cuesta explicar de lo que se trató el siguiente acto, quizás porque todavía no caigo en la cuenta. “Cuerva de ojos claros” soltó un delirio fluorescente dentro de esas cuatro paredes y cuando parecía que los esqueletos iban a dejar de bailar con el cierre del tema, sale al escenario un carnaval de bateristas conformado por nada más y nada menos que Julián Baranchuk, de Salta La Banca; Leo Benitez de Rock a la Orden; Dani Moras, de la banda amiga Cuesta Arriva y Felipe Sequeira, aprendiz de Eze. Pero, honestamente, los laureles y las ovaciones tenían todas el nombre de “El Domador de Leones”. Inexplicable lo potente e imponente que sonó el solo de batería que se mandó este señor. Perdonen lo fan, pero hasta era merecedor del Trono de Hierro.


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Me permito corregir a la antepenúltima canción de la noche, “Estrella de Rock”, porque creo que “esta bomba” no estaba por explotar, sino que ya lo había hecho. Solo que los efectos se seguían propagando y dejaron una huella que se asentaba un poco más con “Cuando Ruge Nuestro Canto”. Mis felicitaciones a aquel que hizo el piso del bar donde nos encontrábamos, porque es sorprendente cómo no se resquebrajó todo con los enérgicos e incansables saltos de los asistentes, que se movían de un lado a otro en una gran masa humana durante “La Palabra Libertad”. Una gran masa que emanaba euforia, que emanaba felicidad decorada por globos de colores. Pero sobre todo, de esa gran masa destacaban las sonrisas de cada uno de sus componentes y la libertad con la que se lucían.


Fotos por Tatiana De Moura.

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