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Los sueños se tallan y se detallan: No Somos Nada en Rosario

Corría el mes de septiembre del año pasado, fecha de No Somos Nada en Morón, y el señor Marcos Matarazzi decía las palabras mágicas: «Che, ¿y si el año que viene nos vamos a Rosario? ¿Se copan?»

Déjeme decirle que su pregunta nos ofendió, Matarazzi. ¿Cómo no nos vamos a copar? ¿Cómo no nos vamos a animar? Si a eso estamos jugando desde que elegimos este camino, desde que decidimos habitar este mundo. A animarnos a poner el pecho contra todo riesgo, aprendiendo el arte de vivir. Sí, obvio que nos copamos. Sí, obvio que nos animamos.

Así fue como el sueño se empezó a forjar una vez más, un nuevo sueño. Tuvieron que pasar siete larguísimos meses; meses que estaríamos dispuestos a volver a esperar por supuesto, porque si este fue el resultado… ¡qué lindo todo, mamá!

No solo nos copamos, sino que también COPAMOS. A tantos kilómetros de casa, fuimos más locales que nunca. ¿Esto quedó claro, Marquitos? Porque si no quedó claro, cuando quieras lo podemos repetir.


Esta crónica es más que personal. Muchas veces debo tratar de ser objetiva, pero se me nota el fanatismo: he aquí un claro ejemplo. Esperé mucho tiempo este momento y al fin llegó. Desde ya, gracias por tanto y perdón por tan poco.


A mediados de marzo y en un muy feliz #LunesDeNSN, los nenes nos tiran esta bomba: Nos vamos a RO-SA-RIO y en viernes santo. No había lugar para tibios y mucho menos para excusas. Flyer y manija en mano, arrancó el sueño.

Que averiguemos el micro, que hagamos un trapo. Que quién lleva un pendrive con música. Que qué vamos a comer y dónde nos sale más barato comprar para tomar. Que quién lleva heladerita. Empiezan los «yo no voy, no tengo plata». Sí, justo no vas a ir por tema plata, dale contate otro. Así surgieron los sorteos: que la remera, que aprovechemos las pascuas para sortear un huevo. Sí, todo. Así es la 2,3,10. Somos una familia. Vamos todos o vamos todos, no hay otra opción. Nadie se podía perder esta fiesta. Dicen que Rosario es la cuna del rock, y esa era nuestra próxima parada. ¡Qué locura! No había margen para el error. Estaba todo fríamente calculado.

Se armaron grupos en Whatsapp para tirar para arriba. Que el grupo de los sorteos, que grupo del trapo, que grupo de esto y aquello; y por supuesto EL grupo. El grupo que sopapea a todos los grupos: «NOS VAMOS A ROSARIO» y, como no podía ser de otra manera, aprovechamos la coyuntura para conocer gente linda. Con nuestras mismas ganas de viajar, con el mismo sueño de seguir a nuestras bandas y demostrar la locura que cargamos; con quizás algunas diferencias -el Fernet es con Coca, gente- pero unidos por la misma pasión: el amor a la música.


Elegir las paradas del micro fue todo un tema y aún así hasta la última hora del día anterior se mandó el flyer con horarios y lugar. El grupo de Rosario estaba a full. La noche del 13 de abril creo que nadie durmió. Pero qué vamos a dormir si estábamos más manijas que Barto cuando escuchó por primera vez Rumba.

Y no faltó Belén mandando mensajes a todos de no se olviden tal o cual cosa. Gente que bajó y subió al micro a último momento, los nervios de puntas teníamos. Pero llegó el día tan esperado. Viernes 14 de abril y el micro estaba llenito, llenito. ¡Hurra! ¡Bravo! ¡Brillantina para todos!

Eran las 7 a.m. y Belén mandó la última tanda de mensajes de no se olviden tal o cual cosa -si estábamos nerviosos que no se note- todo tenía que salir perfecto, no había que dejar detalle librado al azar.

Heladerita, torta y trapo en mano fuimos a las corridas al encuentro del micro. Apenas lo vi asomarse por Ruta 4, se me llenaron los ojos de amor y pensé sin dudas «sueño, sos real»


Y así agarramos ruta. A medida que la gente iba subiendo, los nervios iban desapareciendo. Caras conocidas y otras totalmente nuevas se hicieron presentes. Entre efusivos abrazos, sonrisas que de repente nos volvían cachetones a todos, y frases como «Siiii, al finnnn. ¡¡Nos vamos a Rosario!!», el micro se fue llenando. Pasadas las diez de la mañana, ya estábamos todos arriba y el alivio fue definitivo. Hasta ahí había llegado tanto laburo. Ahora solo quedaba sentarse y disfrutar. Y eso fue lo que mejor nos salió.

Nada que envidiar a un viaje de egresados, señores. Juegos, cantitos, un poquito de alcohol (esto no está del todo chequeado), comida, mucha comida. El ambiente que se generó no daba más de perfecto. Fotos con uno, con otro; hasta foto con el yeti hubo (creo que esto tampoco está chequeado). De repente y por suerte, todas las asperezas y/o diferencias desaparecieron. Éramos todos uno. Fuimos todos uno.


Repentinamente miro a mi alrededor y no podía creer lo que estaba viviendo. Cómo en un año cambió todo. Toda esta gente nueva ¿de dónde salió? ¿por qué estábamos siendo tan felices con gente que con suerte vemos dos veces al mes? Magia. La magia de la música, la magia del under. Ayer era solo No Somos Nada, hoy se sumaban Cuesta Arriva, Viejo Farol y apunto de conocer una banda nueva para mí, como lo era Mezcla Rara. Que lindo sos @under y ¡vamos las bandas!

Maravillada, miraba a lo que me rodeaba, a quienes me rodeaban… quería abrazar ese momento y no soltarlo más. De hecho lo abracé y no, no lo suelto nunca más.


Paradas de por medio, tipo tres de la tarde arribamos a la hermosa ciudad de Rosario. El día estaba ideal. El sol bien arriba y brillante para los fanáticos del veranito; y a la sombra estaba bien fresquito para los que no somos tan amigos del sol.

Algunos se fueron a caminar, otros se quedaron a zapar y no faltaron los que prefirieron jugar al truco; eso sí, todos antes se sentaron a comer. Gracias a nuestro -mi- cantante preferido que se avivó y compró 7 KILOS -sí, siete- de fiambre, comimos de lo lindo.

Entre algodones de azúcar, risas y charlas inolvidables se iba acercando el horario. Algunos ya no teníamos voz y nos costaba caminar derechitos, pero nadie podía negar lo felices que estábamos siendo. Vieron que cuando uno no está siendo feliz se da cuenta, y muchas veces cuando se es feliz pasa inadvertido, pero no para mí. Bastaba con prestar un mínimo de atención, pequeños y grandes grupos, todos llenos de risas y música. La música sana, nunca lo duden. En ese momento estábamos todos siendo felices, dejamos las penas y los problemas en Buenos Aires y nos entregamos a esta linda locura. Desconectarse, a veces, es sumamente necesario. Y ahí nos encontrábamos, siendo felices con gente que por ahí recién estábamos conociendo o no, pero que por alguna extraña razón nos hicieron sentir como en casa. En familia. Esa familia linda, la que se puede elegir. Los amigos.


Diez en punto estábamos bajando del micro y haciendo acto de presencia en The Wall Rock.

La banda encargada de abrir esta noche a puro rock, fue Viejo Farol. Apenas unos minutos pasadas las 22 horas, suenan los primeros acordes de “El motor para adelante” y vuelan las mesas. Perdón por el despiole, gente, pero el rock y las mesitas con manteles y floreros no se llevan muy bien. La lista sigue con “Que se yo” y “Equilibrio” . Hago una mención especial para el señor Daniel Gonzalez (saxo y armónica), ¡por favor lo que suena ese saxo! ¡Una puta locura! Mil aplausos para él. La gente no paraba de saltar y agitar. Nuestra voz se alzaba fuerte y alta, tanta manija contenida en tanto viaje y tanto trabajo previo, estaba brotando de cada uno de nosotros.

De repente las luces se apagaron. Queda solo en el escenario Federico Larocca (voz y guitarra) y muy despacio se empieza a escuchar: “van pasando los años y todo ya cambió…”. Fue cuestión de segundos les juro, ver grupitos de gente abrazados, llorando. Que cosa hermosa las canciones; cómo nos movilizan, cómo nos llegan; qué bien al alma nos hacen, che.

Para seguir con el repertorio suena “Mentirosa” y “Te aviso”. Las lágrimas quedaron chiquititas y otra vez volvió el agite. «Qué energía de la puta madre» dice Fede. «Parece que estamos en Buenos Aires» agrega Yamil Allevato (guitarra). Ahora sí para finalizar suena “Cuatro paredes” y “Por suerte” . En ésta última Fede y Yama deciden bajar del escenario y cantar junto a su público siempre fiel y a los nuevos que se sumaban a tan increíble fiesta. El estribillo se coreó una y otra vez; y más que nunca cantamos, sentimos y creímos en su canción.


Luego de unos minutos de intervalo, sube al escenario Cuesta Arriva. La banda quilmeña liderada por Bruno Perassolo arrancó bien arriba, así es como “Rockanrolen” nos hizo mover todo y más. Seguida de “Antes del sol” proponiéndonos bailar, bailar, bailar y encontrar nuestro rocanrol. Y por supuesto que eso hicieron. Con un repaso de lo que fue su último disco de estudio: Si pudiéramos ver, nos hicieron rockearla de lo lindo con temas tales como “Preguntame”, “Boomerang” y “Domselaar”.

Como nos tienen acostumbrados, llegó el momento de bajar los decibeles y la encargada de eso fue, nada más y nada menos que “Viceversa”. Nunca me voy a cansar de decir lo hermosa que es esta canción. La sensibilidad, el tacto que hay que tener para hacer canción a esta hermosa poesía y que quede así de linda, uf. Una cosita de locos.

Bruno agradece a los amigos de No Somos Nada por la invitación y a la gente por estar, por siempre estar.

Para finiquitar la lista, llegan “Ojos café” con un juego de humo que nos dibuja una escena digna de guardar en nuestra retina. Belleza pura, nene. La canción elegida para dar el cierre a esta sección de puro rock, fue “Relato del fugitivo”. Canción que lo único que logró es alimentar estas ganas locas de querer seguir… Cuesta Arriva dio por terminado su paso por The Wall, pero nosotros, claramente seguimos.


Pasada la medianoche llegó el turno de No Somos Nada . Para este punto ya estábamos súper extasiados, agotados, ansiosos. Mirándonos con una sonrisa dibujada, casi tatuada. Ya no aguantábamos más. El sueño estaba a nada de concluir, era el momento, nuestro momento.

“Decime hasta dónde vos pensas llegar…” dijo Marcos y ya abajo era todo un descontrol. No sé de donde estábamos sacando tantas energías pero nadie dejó de saltar, de cantar a viva voz; ni un segundo.

Como siempre me pasa en las presentaciones de los pibes, me maravillo rápido. Con los músicos, con la música pero sobre todo con la gente. Con mi gente. Mi 2,3,10 querida; la familia que elegí para vivir este sueño que hoy lleva el nombre de No Somos Nada .


La lista continuó con “Soy”, “Desandando” y “Rojo”. Nos rompimos todos en esta última canción. Me llegaron comentarios de que andaban diciendo «Qué bien ese público, como agita» y no puedo explicar la de cosas que siento. Me late fuerte el corazón. No hay antidepresivo que le llegue a los talones a este bienestar que generan. Hace un tiempo dejó de ser solo la banda, ahora es un conjunto. Somos un equipo. Somos todos uno. Recién ahora comprendo con más claridad el concepto de “Mundo de No Somos Nada”. Es esto. Somos nosotros.

Marcos agradece como siempre a todos por esta locura hermosa. «Construyendo sueños es que llegamos a Rosario, vamos por más». Sube al escenario Bruno Perassolo a cantar “Solo adiós” y la fiesta no cesa ni un segundo.

«Es invaluable todo lo que hacen, loco. Gracias, gracias, gracias» sentencia Luciano Torrisi (guitarra).

Llega el turno de una de las canciones más hermosas -a mi entender- que tiene la banda, suena “Un poco más humano” y mis ojos se llenan de lágrimas. Ahí caí en que estábamos tan lejos de casa y con el mismo puñados de sueños por cumplir. No importa el lugar ni el tiempo; el amor y los sueños son idioma universal.

No Somos Nada es de esas bandas que te abre la cabeza y agudiza tus sentidos. Te inculca el respeto por el otro; las ganas de hacer, de pensar y sobre todo de sentir.

Tanta emoción contenida pudo salir en forma de baile con “Dejarse llevar”. De repente, los que antes se abrazaron para poder dejar escapar algunas lágrimas, ahora están juntos pero bailando. Acto seguido suena el himno al matecito: “88°” y otra vez el pogo, otra vez los aplausos, silbidos y canto desmedido. Tal vez poco afinados, pero qué importa la manera, si hay cantos que desafinados suenan mas lindos que bien cantados, ¿no?

Y llegó el final nomás. Y como no podía ser de otra forma “Canción para despertar a Joaquín”, fue la responsable de hacernos vibrar una vez más al grito de un CREE Y SOÑÁ envalentonado. Marcos nos alienta como siempre a comprometernos con la lucha social: «Depende de nosotros y de nosotras trabajar para que existan más momentos como este y menos violencia; depende de nosotros y de nosotras que no haya más Micaelas. Es jodido lo que está pasando, cuidémonos mucho, mucho. Construyan con nosotros, construyan entre ustedes. Este es el mundo de No Somos Nada. Acá las canciones son abrazos, las melodías son como puños que se estrellan contra la injusticia de todos los días. ¡Gracias por ser parte de esto!». Gracias les decimos nosotros a ustedes, gracias por darnos las ganas y la valentía de querer ser parte de todo esto.


La noche iba llegando a su fin. Tanto viaje, tantas emociones. Tanto laburo. Estábamos realmente exhaustos, pero nos quedaba un poco de energías para el gran cierre, que estuvo a cargo de nada más y nada menos que de los pibes de Mezcla Rara.


Pasada la 1 am, la banda salió a la cancha a jugar de local y se notó. De repente, el bar estaba lleno por donde se lo mire. Suena “Hasta la muerte” y el público se lleva todos los premios. Agite y pura fiesta se vivió de principio a fin. “El arte de decir la verdad”, “Reloj” y “Tristemente alegre” siguieron a la lista. Para aquellos que veían a la banda por primera vez -como yo- fue sin dudas muy gratificante. Con un estilo rockero fusionado con ska y punk, sonaban tan bien y el público que no dejaba de saltar y bailar, que no daban ganas de perderse ni una canción. Para promediar la lista y ya llegando a su fin, es el​​ turno de “Miércoles”, “Nada quedará” y “Se enciende”. Joel Lossasso (voz y guitarra) agradece al público y a las bandas amigas por la buena onda.

Ahora sí para el deleite de los seguidores, deciden cerrar su paso por el escenario de The Wall con “De pie”, el primer corte del ciclo que dieron a llamar Canciones de bar. Los chicos están a full con su nuevo disco que dicen saldrá prontito y aseguran que ¡es para gritarlo fuerte!. Lo esperamos con ansias por estos lados.


Y así sin más este viaje llegó a su fin. La rapidez con la que pasó fue totalmente injusta. De a poco y realmente agotados, fuimos subiendo al micro, llenándose nuevamente. Pero la emoción ya no era la misma. Ya empezábamos a sentir el gustito amargo. ¿Y ahora qué íbamos a planear? ¿Y ahora qué cosas nos iban a tener en vilo? Ya había terminado LA fecha. No daba bajonearse así que solo quedaba mirar un cachito para atrás y pensar «QUE BIEN QUE SALIÓ TODO,CHE. QUE FECHA MAS HERMOSA METIMOS».

Momentos que quedarán guardados para siempre. Personas que no pudieron estar y que hicieron muchísima falta, pero los tuvimos más que presentes en cada canción. Agitamos y la pasamos bien como ellos hubiesen querido que lo hiciéramos.


Hay una nueva canción de No Somos Nada que dice “solo una hazaña va a salvarnos del dolor…” y yo no sé si alguno estaba atravesando un momento de dolor, pero sé que todos buscamos la manera de ser felices y no tengo ni la más mínima duda de que ésta hazaña nos unió un poquito más y fue la forma que encontramos todos (más de 40 personas) para ser felices. Al menos por 24hs completitas.

Y volvimos a agarrar la ruta y nunca me sentí más feliz de estar tan lejos de casa después de una fecha, ¿acaso será porque en realidad tan lejos de casa no estaba?


Fotos por Mica Ridiero.


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