SI TESLA VIVIERA, TOCARÍA EN ELECTRIC CHILD
La electricidad, el sonido y las voces se unieron para explotar en un show con mucha, mucha alta tensión.
La medianoche del pasado lunes 27 de febrero encontró en Makena, bar ubicado en Palermo, una audiencia entusiasmada por un fin de semana largo. La música ya había empezado a bullir en la sangre de los presentes con La Secta del Sonido y No, pero la explosión no iba a darse hasta que los autodenominados “hijos de Tesla” no aparecieran en el escenario para demostrar que la buena música se escucha en todos lados, y que la electricidad no está sólo en los cables de alta tensión.
Electric Child entró a escena con una fuerza que rememora a las grandes bandas, con melodías novedosas y un violín que, de la mano de la violinista Arielle, encantó a los oídos curiosos que esperaban más que un chispazo de música para poder estallar en vítores.
Con John Goodblood en voz y guitarra, Lucas Paglione en el bajo, Matías Luke en batería, Arielle Moore a cargo del violín y Agustín Sanch en los teclados, bastó un primer tema para demostrar que Electric Child no es sólo una nueva banda, sino un nuevo sonido. Con armonías rockeras, de autoría propia, acompañados por efectos de sonido y voces extrañas, nos transportan a algo así como un mundo Steampunk donde la música es una obra de ingeniería de un inventor eléctrico.
A mitad de la noche, un cambio inesperado invitó al guitarrista de la banda Algo Mejor a tomar el lugar de John en un tema, reactivando la atención de los presentes y sacudiendo un poco el ambiente.
Más cerca del final, con el mismo gorro que Bert lució bailando Supercalifragilisticoespialidoso en Mary Poppins, John hizo un parate para tomar una hoja y anunciar, siempre en inglés, que el ganador del Óscar es Donald Trump. El tecladista, con la seriedad propia de un honorable soldado, miró al horizonte sin expresar emoción alguna, quizá, saboreando el éxtasis de estar en un escenario.
Electric Child no dejó libre siquiera el interludio, durante el cual sonaron voces, se escuchó la radio, sonidos desconocidos y una voz que incansablemente repite "Últimos Sesenta Segundos, Últimos Sesenta Segundos, Últimos Sesenta Segundos". Nadie sabía qué pasaba, pero todos querían más. El baterista se levantó enojado, amagó para irse, pero en el revuelo del frenesí musical, tomó el micrófono, y el bajista, asintiendo con la cabeza, siguió en el ruedo sin dudarlo, regalándole al público una última melodía eléctrica.
El público saltó, bailó y hasta hizo pogo de la mano de la música que logró mover el pie marcando el ritmo incluso a los más tímidos. Sin ningún material terminado, pero con la promesa del lanzamiento de su primer disco y un Live Session en producción, Electric Child es un sonido nuevo que, sin dudas, trae mucho más que alta tensión.